Si es legítimo hablar de «religión industrial» para referirse al sistema de creencias sobre el que se funda todo el conjunto de transformaciones materiales que traen aparejadas la modernización y el desarrollo, tiene todo el sentido hablar también de los herejes de esa religión: los rebeldes contra la Máquina —símbolo en el que queremos concentrar los mil y un rostros del desarrollo científico y tecnológico—, los heterodoxos y desafectos a quienes los sacerdotes del progreso condenaron a la marginalidad, despachados como oscurantistas y reaccionarios.
Cul de Sac #6
Autorretrato italiano. Herejes contra la Máquina

2019
12€
153 p.
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Precio web: 11,4€

Sumario

Editorial
La técnica de la burocracia, Andrea Caffi
Repensar el progreso, Ignazio Silone
La bestia mecánica, Nicola Chiaromonte
Cuando te hablen del milagro económico, Luciano Bianciardi
Fin de la experiencia del viaje, Eugenio Montale
Los cazadores de ancianos, Dino Buzzati
Individualista, o algo mucho peor, Elsa Morante
Significado de la nostalgia, Pier Paolo Pasolini
Consumire consume, Goffredo Parise
Carne de progreso, Alfonso Berardinelli
Los muertos, Piergiorgio Bellocchio
La nostalgia de la belleza, Raffaele La Capria
¿Habrá -habido- naturaleza?, Andrea Zanzotto

Notas & Correspondencia

Patria: una novela que refleja muy bien el conflicto austrohúngaro, Javier Rodríguez Hidalgo.
Los pobres son la mayoría, Manuel Arranz
No es ley de vida, Doble Vínculo
La suerte de los hotentotes, Elena Galzusta
Juan Goytisolo: el intelectual y su doble, Javier Rodríguez Hidalgo
El menú no incluye la crítica literaria, Alfonso Berardinelli

 

 

Todos los países occidentales son ricos en una tradición cultural que cabría llamar «antimoderna». Desde comienzos del siglo XIX, y prácticamente hasta nuestros días, la industrialización suscitó reacciones hostiles en distintas capas de la sociedad. Campesinos, artesanos, trabajadores e intelectuales respondieron a menudo con hostilidad y aversión a las sucesivas manifestaciones del poder de la fábrica y la técnica. El ámbito de las Letras fue un terreno fértil para los desertores y los disidentes del nuevo credo industrial; en muchas de nuestras publicaciones hemos hablado de ellos.

Decía Walter Benjamin que una tarea del escritor que indaga el pasado era pasar el cepillo de la historia a contrapelo, hacer surgir así los relatos a contracorriente de la historia escrita por la clase dominante «que no ha cesado de vencer». En ese sentido, uno de los cometidos que desde hace tiempo nos hemos propuesto en nuestro colectivo editor es el de sacar a la luz esa countertradition, la tradición alternativa que subyace a la historia oficial, al relato triunfalista acerca de la edificación de la civilización industrial en los siglos XIX y XX. En este número de Cul de Sac queremos rescatar del olvido y el desprecio a los descontentos de la modernización en Italia.

En otros números de Cul de Sac ya señalamos cómo un rasgo que suele definir a gran parte de la literatura moderna es un notable rechazo del contrapunto material de la modernidad cultural y literaria: la modernización con todos sus corolarios. Si hemos escogido el caso de Italia, se debe a que fue uno de los lugares donde el «despegue industrial» y las acometidas del desarrollo se articularon en un lapso de tiempo más breve y con una virulencia e intensidad extraordinarias, rasgos en gran medida anómalos en otros países. Desde que el conocido como miracolo económico («milagro económico») empezara a transformar en los años 50 el aspecto de pueblos y ciudades, con un masivo éxodo rural hacia los polos industriales del país, alterando hábitos, nivelando paisajes, destruyendo lenguas y culturas, fueron muchos los escritores e intelectuales que plasmaron en sus obras e intervenciones públicas el desasosiego que les ocasionaba esta «gran transformación». La reacción que cultivaban se nutría a menudo de sentimientos contradictorios; o, por decirlo de otra manera, sus respuestas no siempre fueron unívocas y coherentes. Sintieron miedo y rechazo, mostraron dudas y emitieron condenas. A veces el repudio fue total: como veremos, escritores como Nicola Chiaromonte o Pier Paolo Pasolini enarbolaron prácticamente durante toda su vida un odio contra la civilización tecnológica que admitía pocos ambages y del que jamás renegaron.