[2ªed. ampliada] El género y los sexos

Han pasado dos años desde que se publicó este libro. No se me había ocurrido pensar que pudiera tener tan buena acogida; estoy más acostumbrada a las críticas negativas y la censura, a que se me tache de «enemiga del feminismo» y se tergiversen mis palabras. Así las cosas, cuando el feminismo necesita repensarse más que nunca, comenzando por repensar su propio sujeto político, supongo que es normal la buena acogida de la primera edición: el feminismo precisa de ideas diferentes sobre la identidad y las relaciones sexuales que le permitan crecer y superar el victimismo y el punitivismo al que parece estar abocado, y, con más o menos acierto, ese es el objetivo de este libro. (De la nota a la segunda edición)

La autora pone sobre la mesa inquietantes derivas: un victimismo e infantilismo característicos de las sociedades posmodernas, que cierto feminismo se habría encargado de asumir y potenciar, sostenido en la creencia de que posee una verdad moral incuestionable que ha llevado a que el dogmatismo haya sustituido al pensamiento libre y razonable. (Del prólogo «Una feminista escéptica», de Agustín Malón)

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Descripción

Han pasado dos años desde que se publicó este libro. No se me había ocurrido pensar que pudiera tener tan buena acogida; estoy más acostumbrada a las críticas negativas y la censura, a que se me tache de «enemiga del feminismo» y se tergiversen mis palabras. Así las cosas, cuando el feminismo necesita repensarse más que nunca, comenzando por repensar su propio sujeto político, supongo que es normal la buena acogida de la primera edición: el feminismo precisa de ideas diferentes sobre la identidad y las relaciones sexuales que le permitan crecer y superar el victimismo y el punitivismo al que parece estar abocado, y, con más o menos acierto, ese es el objetivo de este libro. (De la nota a la segunda edición)

La autora pone sobre la mesa inquietantes derivas: un victimismo e infantilismo característicos de las sociedades posmodernas, que cierto feminismo se habría encargado de asumir y potenciar, sostenido en la creencia de que posee una verdad moral incuestionable que ha llevado a que el dogmatismo haya sustituido al pensamiento libre y razonable. (Del prólogo «Una feminista escéptica», de Agustín Malón)

Yo también aspiro a una sociedad más justa en la que exista mayor igualdad entre los sexos y la violencia y la dominación no tengan cabida. Creo que vivimos en una sociedad patriarcal en la que hombres y mujeres somos socializados de manera desigual y creo que, en casi todos los ámbitos, las mujeres salimos peor paradas. Pero el actual feminismo institucionalizado de género no tiene nada de liberador, al imponer nuevos dogmas a hombres y mujeres, y volvernos menos autónomos y menos felices.

El género explica la articulación de la represión a la que nuestra cultura patriarcal, capitalista y blanca ha sometido a las mujeres y a las minorías eróticas, pero no da cuenta de toda nuestra realidad sexual. Es absurdo pensar que en la historia de las mujeres, en concreto en lo que atañe a nuestra sexualidad y nuestras relaciones eróticas, todo haya sido represión, a pesar de lo mucho que nuestra sexualidad ha sido reprimida y negada.

La lucha contra el Patriarcado no es un enfrentamiento maniqueo entre hombres y mujeres, entre opresores y oprimidas, entre víctimas y verdugos. Es una lucha que debería concretarse en el desmantelamiento de los aspectos de nuestra civilización en los que la diferencia sexual, las diversas sexualidades y las singularidades eróticas son objeto de represión, discriminación y sometimiento. Y tal desmantelamiento no puede darse contra el hombre, sino que ha de ser una lucha conjunta de hombres y mujeres, diferentes, diversos/as y singulares.