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Carta a Moscú. Escritos antiestalinistas de un socialista sin partido

Ignazio Silone fue uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano. Y uno de los primeros intelectuales en denunciar el totalitarismo intrínseco a la Unión Soviética. Esta antología de textos, de 1936 a la década de 1970, posee una enorme altura literaria, amén de un gran ojo crítico para comprender la tiranía estalinista, lo que hacen de Silone el George Orwell de las letras italianas.

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Descripción

Ignazio Silone (1900-1978), intelectual, novelista y ensayista italiano, fue uno de los escritores más renombrados y leídos del siglo veinte. Su novela Fontamara (1931), emblemática por su denuncia de la opresión, injusticia y pobreza padecidas por los campesinos bajo el fascismo, fue traducida a veintisiete lenguas y le consagró internacionalmente como escritor comprometido.

Socialista desde su adolescencia, en 1921 fue uno de los fundadores del Partido Comunista de Italia, en el que ocupó importantes cargos dirigentes, y del que acabaría expulsado diez años después por su disidencia con las políticas estalinistas. Durante el resto de sus días, compaginaría su carrera de escritor con una incansable labor de denuncia de los regímenes comunistas, siempre desde las filas del socialismo.

Carta a Moscú. Escritos antiestalinistas de un socialista sin partido reúne una veintena de textos que, de 1936 a 1975, muestran el temprano compromiso del autor con la defensa de un proyecto de transformación política, social y moral que se mantuviera siempre vigilante ante toda forma de dominio totalitario, ya fuera bajo un gobierno capitalista, fascista o comunista.

«Estoy convencido, y he tratado de expresarlo en todos mis escritos, que para poder resistir contra el fascismo, tenemos necesidad no tanto de medios materiales, ni de armas, ni de grandes aparatos burocráticos, como sobre todo de un modo totalmente distinto de considerar la vida y los hombres. Sin él, nosotros mismos, queridos amigos, nos convertiríamos en fascistas. Es decir: en fascistas rojos. Y debo deciros que me niego a convertirme en un fascista, y mucho menos, en un fascista rojo».