Ted Kaczynski, conocido por la poli y los medios como "Unabomber", ha aparecido muerto en la celda donde cumplía cadena perpetua. Queremos compartir con nuestros lectores un ensayo (escrito en los mismos días de su detención) donde mejor se han analizado la figura de Kaczynski y sus ideas sobre la sociedad industrial, escrito por David Watson, texto que figura en uno de nuestros libros.

Unabomber y el futuro de la sociedad industrial

David Watson

· ensayo escrito en 1996, extraído del libro
En el camino a ninguna parte. Civilización, tecnología y barbarie (2018) ·

Ahora que sus quince minutos de fama están a punto de llegar a su fin, quizá sea el momento de preguntarnos por el ambiguo papel que ha jugado Unabomber dentro del sistema megatécnico que pretendía derribar[1].

Sin duda, Unabomber ha tocado una fibra sensible de nuestra cultura, y no ha tardado en convertirse en una especie de nocivo héroe popular. Si bien muchos consideraron que sus métodos eran demenciales, muchos de los motivos que lo movían fueron acogidos con cierto grado de simpatía. Quizá, sobre todo, entre personas que han sufrido físicamente los efectos de la industrialización, o que han visto desaparecer sus medios de vida por la automatización, o que han sido forzadas a soportar una rutina cada vez más opresiva e informatizada, o que han presenciado cómo un lugar amado era arrasado en nombre del progreso, o que simplemente han sentido el peso aplastante de un mundo lleno de ruidos, máquinas y tristes oficinas.

Algunas personas ―muchas de ellas poco más que meras espectadoras― daban la razón en secreto a Unabomber, aunque mostrasen una lógica compasión por sus víctimas. Tal vez albergaban la esperanza de que, en el futuro, tuviese más tino a la hora de alcanzar sus objetivos, mientras pulía los argumentos contenidos en su célebre Manifiesto (aunque pocas personas leyeron más que extractos del mismo en la prensa, quienes sí lo leyeron íntegro, irónicamente, muy probablemente lo obtuvieron a través de Internet). En verdad, si Unabomber tenía la intención de atacar directamente a los responsables de las políticas de la Megamáquina, sus objetivos fueron muy poco acertados. Pero en la cultura popular de la Norteamérica posmoderna, Unabomber parecía representar una esperanza para los tecnófobos; hizo las veces de un movimiento de masas que en realidad no existe, aunque pocos de sus secretos admiradores lo tuviesen en cuenta. De ese modo, se convirtió en parte del espectáculo mediático: un oscuro Robin Hood que metió el miedo en el cuerpo a unos soberbios tecnocratillas, al tiempo que se burlaba de la policía.

[1] En este ensayo no se afirma que Theodore Kaczynski sea Unabomber. Aunque haya pruebas que apuntan en esa dirección según lo que conocemos sobre el asunto, Kaczynski se enfrenta a la posibilidad de una condena a muerte, en base a las pruebas recabadas por el FBI, una agencia conocida por ser una de las mayores fábricas de mentiras que se recuerda. Es una figura fascinante, según lo que conocemos de él; pero dados los cargos y sus posibles repercusiones, la más básica decencia nos lleva a intentar que las bombas, el manifiesto y las repercusiones sociales hablen por sí solas. [Esta nota se redactó cuando aún no estaba claro si Ted Kaczynski era Unabomber. (Nota de 2018)]

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