Somos revolucionarios a pesar nuestro

La bomba atómica plantea el problema del control humano de la técnica. Que me escuchen aquellos que confunden la aventura del conocimiento con el instinto mecánico. No se trata de someter el conocimiento, sino de controlar sus aplicaciones prácticas. En la medida en que es una aventura solitaria, el conocimiento es libre; pero en la medida en que sus aplicaciones prácticas transforman las condiciones de la vida de los hombres, es una cuestión que debemos juzgar. Porque si no todos los hombres son competentes para juzgar en materia de física, todos son competentes para juzgar la forma en que sus vidas serán trastornadas por la física, y en este caso no es sólo el interés de la ciencia lo que debe tenerse en cuenta, sino todos los intereses humanos. Si no se plantea la cuestión del control de los medios técnicos por parte de todos los individuos, los derechos que la democracia nos otorga pueden llegar a ser irrisorios.

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El Jardín de Babilonia

Aquí el otoño es un despertar. La pesada confusión del verano se disipa bajo la mirada misma de la luz: ni una piedra que no brille, ni una rama que no esté cincelada por el cristal más duro. Cada tarde la nitidez del cielo se agudiza bajo la amenaza de la helada, amenaza que luego truncará una noche de viento del sur. Súbitamente cárdenos, aparecerán los Pirineos encolerizados, con sus picos acuchillados por el hielo, sus laderas incendiadas por los fuegos del ocaso, el manto de nubes presto a rebasar la cresta. Hacia ese vacío demasiado puro del ciclón asciende entonces una legión de vientos, y el pendón de las borrascas restalla en los postigos; desgreñado, el Oeste brama desastre y todos los aguaceros del mar le siguen, mientras las hojas alzan el vuelo y el fruto demasiado pesado de las cosechas cae de las ramas negras del invierno.

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