Somos revolucionarios a pesar nuestro

La bomba atómica plantea el problema del control humano de la técnica. Que me escuchen aquellos que confunden la aventura del conocimiento con el instinto mecánico. No se trata de someter el conocimiento, sino de controlar sus aplicaciones prácticas. En la medida en que es una aventura solitaria, el conocimiento es libre; pero en la medida en que sus aplicaciones prácticas transforman las condiciones de la vida de los hombres, es una cuestión que debemos juzgar. Porque si no todos los hombres son competentes para juzgar en materia de física, todos son competentes para juzgar la forma en que sus vidas serán trastornadas por la física, y en este caso no es sólo el interés de la ciencia lo que debe tenerse en cuenta, sino todos los intereses humanos. Si no se plantea la cuestión del control de los medios técnicos por parte de todos los individuos, los derechos que la democracia nos otorga pueden llegar a ser irrisorios.

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George Orwell. La biografía

Orwell comprendió que era un «escritor político», y ambos términos tenían idéntico peso. No pretendía ser un filósofo político, ni tampoco un mero polemista político: era un escritor, un escritor en sentido amplio, autor de novelas, obras descriptivas que denominaré «crónicas», ensayos, poemas e innumerables reseñas de libros y columnas de periódico. Pero si bien sus mejores obras no eran abiertamente políticas en su temática, siempre mostraban una conciencia política. En este sentido, Orwell es el escritor político más brillante en lengua inglesa desde Swift, ese moralista, satírico, estilista y agitador que tanta influencia ejerció en él. En su madurez, Orwell definió a Swift como «anarquista tory», olvidando que había utilizado esa misma expresión para describirse a sí mismo cuando, siendo joven, se le preguntó cómo se posicionaba políticamente.

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