Por un ateísmo tecnológico

En el pasado, hemos vivido el cambio tecnológico como sonámbulos. Nuestro lema tácito ha sido «la tecnología por encima de todas las cosas», y hemos estado dispuestos a adaptar nuestras vidas para adaptarlas a los requisitos de la tecnología, no a los de la cultura. Esto es una forma de estupidez, especialmente en una época de cambios tecnológicos tan profundos. Debemos actuar con los ojos bien abiertos para poder utilizar la tecnología, en lugar de ser utilizados por ella.

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Carta a Moscú. Escritos antiestalinistas de un socialista sin partido

Solamente mediante sofismas y miserables juegos de palabras podéis negar que los procesos que tienen lugar actualmente en Rusia son auténticos asesinatos colectivos de todos aquellos que no comparten la línea política dominante, asesinatos que se complacen en ejecutar bajo formas judiciales verdaderamente caricaturescas y macabras. En cualquier caso, debéis saber que ningún hombre con sentido común otorga crédito alguno a las presuntas «confesiones» de los acusados; que el chantaje moral con el que contáis para aterrorizar a quienes os rebaten, ya no tiene efecto en muchos de nosotros. Vuestro delirio verbal, lejos de incomodarnos, nos obliga a reflexionar y debatir.

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Contra el turismo

El turismo es absolutamente incompatible con un modo de vida sostenible. Durante mucho tiempo, el turismo se ha beneficiado de una forma de indulgencia de la crítica social de la que no han disfrutado otras industrias. Y, en efecto, el turismo se ha asociado a valores positivos. Se dice que es un factor de desarrollo de las regiones pobres, un factor de paz, un factor de salvaguardia del patrimonio, un factor para impulsar relaciones interculturales, de conocimiento del otro y de apertura de las mentes… El objetivo de mi libro es demostrar que el turismo entraña una forma de degradación global del planeta.

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La guerra es la salud del Estado

La guerra es la salud del Estado. Pone en marcha automáticamente, en el conjunto de la sociedad, esas fuerzas irresistibles a favor de la uniformidad, de la cooperación apasionada con el gobierno, para obligar a obedecer a los grupos minoritarios y a los individuos que carecen del sentido general del rebaño. La maquinaria del gobierno establece y hace cumplir la severidad de las penas; las minorías son silenciadas mediante la intimidación o se las hace entrar lentamente en razón mediante un sutil mecanismo de persuasión que acaba por convencerlas de que se han convertido por voluntad propia.

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La revuelta conformista. El 68 y los jóvenes

De esta sociedad ―de este estado de cosas― hay que separarse, llevar a cabo un acto lleno de «herejía». Y separarse tranquilamente, sin gritos ni tumultos, en silencio y en secreto; no solo, sino en grupos, en «sociedades» auténticas que puedan crear una vida lo más independiente y sensata posible, sin ninguna idea de falansterio o de colonia utópica, en la que cada cual aprenda ante todo a gobernarse a sí mismo y a comportarse con justicia con los demás, y donde cada cual ejerza su oficio según las reglas del propio oficio, que son en sí mismas los principios morales más simples y estrictos, y que excluyen siempre por naturaleza el fraude, el abuso de poder, la charlatanería y la sed de dominio y de posesión. Esto no significaría dar la espalda ni a la vida de nuestros semejantes, ni a la política en un sentido serio. Sería, sin embargo, una forma no retórica de «protesta global».

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Adiós a una época que muere sin paz

El periodo que va de la Restauración a la Guerra Civil forma parte sin ninguna duda de este último tipo, porque asistió al final de un mundo y a la emergencia de otro. Entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX se desintegran dos universos diferentes, que son en realidad el mismo: por un lado, el de las viejas certezas de todo género, sobre todo espirituales, que se verán sacudidas por el auge de la ciencia y de un materialismo a veces insuperablemente radical, lo que tendrá consecuencias visibles en la forma de percibir el mundo, así como en la forma en que lo habitan los seres humanos; por otro lado, el mundo material sufre unos cambios drásticos que van a alterar tanto las costumbres como las condiciones físicas de existencia, con la industrialización y el éxodo cada vez más acelerado hacia las ciudades.

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El paraíso que merece ser recobrado

Thoreau pensaba que aunque la idea de trabajar con la naturaleza para mejorar la vida humana no carece de mérito, no debemos creer que una vida de comodidad material puede sustituir la necesidad de que la naturaleza salvaje nos proporcione valores estéticos y espirituales para nuestra alma. Y un triunfo absoluto sobre la naturaleza podría privarnos de los bienes que ésta nos proporciona gratuitamente sin mediación de la máquina cuando la tratamos con respeto. Los ecologistas de nuestros días encuentran sostén en el desafío de Thoreau a los planes de Etzler para la naturaleza.

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La nostalgia de la belleza

Es mi relación con la Naturaleza lo que ha cambiado, y ya no es despreocupada, mi sentimiento de la Naturaleza ya no es el mismo que antes; y aquí, en Capri, soy más consciente de ello que en ningún otro lugar. Es un sentimiento que proviene de una experiencia traumática vivida por mi generación, sólo por la nuestra, en la historia de la humanidad. Sólo nosotros hemos experimentado, en el breve arco de una vida, el tiempo en que la Naturaleza (el mar, el cielo, la tierra) era la misma que había sido siempre a lo largo de milenios, y el tiempo en que ha dejado de serlo, y está enferma, sufriente, sin alma, como el fondo del mar. ¿Cómo disfrutar, entonces, de su Belleza con toda tranquilidad, cómo admirar unas vistas o un bello paisaje?

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El precio del progreso

«Nuestra fe en el dogma del progreso como algo inevitable es tan fuerte, que ha sido capaz de sobrevivir a dos guerras mundiales, y continúa floreciendo a pesar del totalitarismo y el renacimiento de la esclavitud, los campos de concentración, los bombardeos atómicos. El progreso de la ciencia es uno de los factores determinantes implicados en el paulatino declive de la libertad, así como en la centralización del poder, que han tenido lugar durante el siglo veinte».

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