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Hijas de la Nakba. Voces de mujeres palestinas

Para mí ser mujer palestina es un orgullo enorme, vengo de una identidad que lucha, que no ha parado de luchar nunca. El ser mujer palestina me ha enseñado a defender mis derechos, como palestina y como mujer, de modo que nosotras crecemos ya con esa lucha, con esa rebeldía que tienen las mujeres palestinas de no aceptar la opresión.

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Carta a Moscú. Escritos antiestalinistas de un socialista sin partido

Solamente mediante sofismas y miserables juegos de palabras podéis negar que los procesos que tienen lugar actualmente en Rusia son auténticos asesinatos colectivos de todos aquellos que no comparten la línea política dominante, asesinatos que se complacen en ejecutar bajo formas judiciales verdaderamente caricaturescas y macabras. En cualquier caso, debéis saber que ningún hombre con sentido común otorga crédito alguno a las presuntas «confesiones» de los acusados; que el chantaje moral con el que contáis para aterrorizar a quienes os rebaten, ya no tiene efecto en muchos de nosotros. Vuestro delirio verbal, lejos de incomodarnos, nos obliga a reflexionar y debatir.

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La revuelta conformista. El 68 y los jóvenes

De esta sociedad ―de este estado de cosas― hay que separarse, llevar a cabo un acto lleno de «herejía». Y separarse tranquilamente, sin gritos ni tumultos, en silencio y en secreto; no solo, sino en grupos, en «sociedades» auténticas que puedan crear una vida lo más independiente y sensata posible, sin ninguna idea de falansterio o de colonia utópica, en la que cada cual aprenda ante todo a gobernarse a sí mismo y a comportarse con justicia con los demás, y donde cada cual ejerza su oficio según las reglas del propio oficio, que son en sí mismas los principios morales más simples y estrictos, y que excluyen siempre por naturaleza el fraude, el abuso de poder, la charlatanería y la sed de dominio y de posesión. Esto no significaría dar la espalda ni a la vida de nuestros semejantes, ni a la política en un sentido serio. Sería, sin embargo, una forma no retórica de «protesta global».

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La nostalgia de la belleza

Es mi relación con la Naturaleza lo que ha cambiado, y ya no es despreocupada, mi sentimiento de la Naturaleza ya no es el mismo que antes; y aquí, en Capri, soy más consciente de ello que en ningún otro lugar. Es un sentimiento que proviene de una experiencia traumática vivida por mi generación, sólo por la nuestra, en la historia de la humanidad. Sólo nosotros hemos experimentado, en el breve arco de una vida, el tiempo en que la Naturaleza (el mar, el cielo, la tierra) era la misma que había sido siempre a lo largo de milenios, y el tiempo en que ha dejado de serlo, y está enferma, sufriente, sin alma, como el fondo del mar. ¿Cómo disfrutar, entonces, de su Belleza con toda tranquilidad, cómo admirar unas vistas o un bello paisaje?

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Soy un paria de la ciencia

Segundo libro del George Orwell de las letras italianas, el crítico cultural y político más lúcido y provocador de Italia desde Pasolini. Contracrónica de la derrota de la izquierda en Italia desde los 80, del gran hereje de la cultura italiana. Es el segundo volumen de la trilogía "Limitar el deshonor".

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Enseñar al príncipe de Dinamarca

Extrarradio de Nápoles. Entre la violencia de la Mafia y la dejadez del Estado, una maestra lucha por llegar al corazón de unos chavales rotos. «Mi experiencia como profesora me ha llevado a sospechar que el mundo adulto se refleja en los ojos de los adolescentes como una mentira gigantesca. Si mis sospechas no son fundadas, tengo la impresión de que en las aulas de nuestros colegios e institutos se está consumando a diario un desastre de larga duración que ningún ministerio podrá solucionar. Creemos tenerlo todo bajo control, pero ante el lenguaje de los cuerpos de estos adolescentes, ¿nos sentimos tan seguros? Esta ceguera sesgada, ¿acaso no será también una defensa ante algo que nos da miedo?».

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George Orwell. La biografía

Orwell comprendió que era un «escritor político», y ambos términos tenían idéntico peso. No pretendía ser un filósofo político, ni tampoco un mero polemista político: era un escritor, un escritor en sentido amplio, autor de novelas, obras descriptivas que denominaré «crónicas», ensayos, poemas e innumerables reseñas de libros y columnas de periódico. Pero si bien sus mejores obras no eran abiertamente políticas en su temática, siempre mostraban una conciencia política. En este sentido, Orwell es el escritor político más brillante en lengua inglesa desde Swift, ese moralista, satírico, estilista y agitador que tanta influencia ejerció en él. En su madurez, Orwell definió a Swift como «anarquista tory», olvidando que había utilizado esa misma expresión para describirse a sí mismo cuando, siendo joven, se le preguntó cómo se posicionaba políticamente.

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Las bellas banderas

He tenido recientes experiencias de «diálogo» con el público no especializado, y han sido experiencias hermosísimas. Comenzó meses atrás cuando me pidieron que acudiera a dar una conferencia. Pero yo no tenía ganas de hacer de conferenciante, no tenía ganas de aburrirme al público y a mí mismo con una charla que sólo entretiene si se representa bien, o sea, con demagogia; de modo que les propuse hacer una «conferencia de prensa pública»: los asistentes podrían plantearme preguntas, con total libertad, y yo les respondería. Salió de maravilla: no se aburrió nadie, a pesar de que el diálogo se prolongó más allá de dos horas. Desde entonces, siempre que me piden que vaya a hablar a otras ciudades lo hago así; y guardo un recuerdo hermosísimo de todas estas charlas, un sentimiento de profunda simpatía hacia mis interlocutores. Me gustaría hacer aquí, en este rincón, algo parecido y esperemos que igual de útil y vital.

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Llamamiento al socialismo

La tecnología está por completo bajo el embrujo del capitalismo; la máquina, la herramienta, el inanimado sirviente del ser humano, se ha convertido en su amo; a su vez, el capitalismo es esclavo de la tecnología creada por él mismo. También él ha sido integrado al engranaje de sus máquinas; y, como sus obreros, es aplastado a menudo por ellas.

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De la parte equivocada

Nuestro primer plato principal, nuestro principal alimento cotidiano, es pura mierda. Está bien. No nos merecemos nada mejor. ¿Pero por qué servírnosla con una guarnición adicional de pequeños excrementos modelados cual castañas confitadas, dentro de fuentes horrendas con forma de corazón, con un espantoso hilo musical de fondo, frente a la televisión donde la presentadora nos guiña un ojo mientras nos seduce con su habitual y atroz sonrisa? ¿Es mucho pedir que se nos ahorre la ofensa innecesaria del comentario consolador, la tortura extrema de la guinda moral?

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