Carta a Moscú. Escritos antiestalinistas de un socialista sin partido

Solamente mediante sofismas y miserables juegos de palabras podéis negar que los procesos que tienen lugar actualmente en Rusia son auténticos asesinatos colectivos de todos aquellos que no comparten la línea política dominante, asesinatos que se complacen en ejecutar bajo formas judiciales verdaderamente caricaturescas y macabras. En cualquier caso, debéis saber que ningún hombre con sentido común otorga crédito alguno a las presuntas «confesiones» de los acusados; que el chantaje moral con el que contáis para aterrorizar a quienes os rebaten, ya no tiene efecto en muchos de nosotros. Vuestro delirio verbal, lejos de incomodarnos, nos obliga a reflexionar y debatir.

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La guerra es la salud del Estado

La guerra es la salud del Estado. Pone en marcha automáticamente, en el conjunto de la sociedad, esas fuerzas irresistibles a favor de la uniformidad, de la cooperación apasionada con el gobierno, para obligar a obedecer a los grupos minoritarios y a los individuos que carecen del sentido general del rebaño. La maquinaria del gobierno establece y hace cumplir la severidad de las penas; las minorías son silenciadas mediante la intimidación o se las hace entrar lentamente en razón mediante un sutil mecanismo de persuasión que acaba por convencerlas de que se han convertido por voluntad propia.

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La revuelta conformista. El 68 y los jóvenes

De esta sociedad ―de este estado de cosas― hay que separarse, llevar a cabo un acto lleno de «herejía». Y separarse tranquilamente, sin gritos ni tumultos, en silencio y en secreto; no solo, sino en grupos, en «sociedades» auténticas que puedan crear una vida lo más independiente y sensata posible, sin ninguna idea de falansterio o de colonia utópica, en la que cada cual aprenda ante todo a gobernarse a sí mismo y a comportarse con justicia con los demás, y donde cada cual ejerza su oficio según las reglas del propio oficio, que son en sí mismas los principios morales más simples y estrictos, y que excluyen siempre por naturaleza el fraude, el abuso de poder, la charlatanería y la sed de dominio y de posesión. Esto no significaría dar la espalda ni a la vida de nuestros semejantes, ni a la política en un sentido serio. Sería, sin embargo, una forma no retórica de «protesta global».

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La nostalgia de la belleza

Es mi relación con la Naturaleza lo que ha cambiado, y ya no es despreocupada, mi sentimiento de la Naturaleza ya no es el mismo que antes; y aquí, en Capri, soy más consciente de ello que en ningún otro lugar. Es un sentimiento que proviene de una experiencia traumática vivida por mi generación, sólo por la nuestra, en la historia de la humanidad. Sólo nosotros hemos experimentado, en el breve arco de una vida, el tiempo en que la Naturaleza (el mar, el cielo, la tierra) era la misma que había sido siempre a lo largo de milenios, y el tiempo en que ha dejado de serlo, y está enferma, sufriente, sin alma, como el fondo del mar. ¿Cómo disfrutar, entonces, de su Belleza con toda tranquilidad, cómo admirar unas vistas o un bello paisaje?

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El precio del progreso

«Nuestra fe en el dogma del progreso como algo inevitable es tan fuerte, que ha sido capaz de sobrevivir a dos guerras mundiales, y continúa floreciendo a pesar del totalitarismo y el renacimiento de la esclavitud, los campos de concentración, los bombardeos atómicos. El progreso de la ciencia es uno de los factores determinantes implicados en el paulatino declive de la libertad, así como en la centralización del poder, que han tenido lugar durante el siglo veinte».

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El mundo como proyecto Manhattan

La energía nuclear, por su propia esencia, su dimensión planetaria y sus efectos mortíferos y mórbidos casi eternos, es un ecocidio y un crimen contra la humanidad de un tipo completamente nuevo, punta de lanza de una civilización enfermiza, mortífera y autodestructiva que, desde hace dos siglos, se ha impuesto violentamente en Occidente.

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Una pandemia sin ciencia ni ética

Estimado/a lector/a: Usted va a exponerse a riesgos impredecibles al emprender la lectura de "Una pandemia sin ciencia ni ética", pues su autores explican sin piedad y sin pelos en la lengua los entresijos con que se ha gobernado a la población hasta humillarla, por ejemplo, haciéndole creer que la vacunación contra la covid-19 es un deber moral para defender a terceros o que las mascarillas son beneficiosas en toda condición. El libro le hará correr los riesgos inherentes a la incertidumbre propia de la ciencia y de la ética, que han estado en caída libre ante la pandemia de covid-19, pero la incertidumbre es parte de la vida y los humanos sabemos manejarla para realizarnos en lo individual y social y ser felices en lo que cabe. Además, el texto tiene su parte de crítica pero también de propuestas alternativas, de forma que no le deja en el pozo del sufrimiento. Por ello los autores cumplen con la ética de la incertidumbre, que obliga a compartir transparentemente las dudas y limitaciones de las propuestas, y la ética de la ignorancia, que obliga a compartir la escasez de conocimientos y señalar con claridad lo mucho que desconocemos. (DEL PRÓLOGO DE JUAN GÉRVAS)

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Las ilusiones renovables. Ecología, energía y poder

Las ilusiones renovables es un aldabonazo a los que sestean complacidos sobre la ilusión de que las llamadas energías renovables modernas nos podrán sacar de una crisis que no tiene que ver con la idolatrada tecnología, sino más bien con las formas de organización social y la acumulación infinita de riqueza por unos pocos. — PEDRO PRIETO

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