En el camino a ninguna parte

Es cierto que no podemos volver a los círculos sagrados perdidos hace mucho tiempo. Estamos ya desarraigados. Pero el espacio y el tiempo aún no han sido aniquilados por completo: todavía es posible averiguar dónde hemos estado, quiénes somos en realidad, y reconocer la integridad del lugar y aquello que ha vivido en él. Es el momento de comenzar a limpiar nuestros deshechos, de «asirnos a la roca y al suelo», como dijo el escritor lakota Luther Standing Bear. Es hora de volver a casa.

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Mundo en venta

El turismo ofrece su gama de destinos a todo aquel que quiera gestionar la geografía de su entretenimiento en este inmenso centro comercial en el que se ha convertido el planeta. Aquellos que esperen curar su malestar a golpe de desarrollo personal y desquitarse a costa de adquirir bienes, en algunos casos sostenibles o de comercio justo, preferirán cambiar de entorno por un tiempo en vez de actuar de manera sostenible en el lugar donde viven. Podemos experimentar la compasión durante nuestras vacaciones en Camboya y comportarnos como verdaderos cretinos en el terreno de nuestra vida cotidiana.

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De la parte equivocada

Nuestro primer plato principal, nuestro principal alimento cotidiano, es pura mierda. Está bien. No nos merecemos nada mejor. ¿Pero por qué servírnosla con una guarnición adicional de pequeños excrementos modelados cual castañas confitadas, dentro de fuentes horrendas con forma de corazón, con un espantoso hilo musical de fondo, frente a la televisión donde la presentadora nos guiña un ojo mientras nos seduce con su habitual y atroz sonrisa? ¿Es mucho pedir que se nos ahorre la ofensa innecesaria del comentario consolador, la tortura extrema de la guinda moral?

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El traje nuevo del presidente Mao

China ha vivido estos últimos años transformaciones prodigiosas. Está convirtiéndose en una superpotencia, si no en la superpotencia. En este caso, será —cosa inédita— una superpotencia amnésica. Porque, hasta hoy, su milagrosa metamorfosis se efectúa sin cuestionar el absoluto monopolio que sigue ejerciendo el Partido Comunista sobre el poder político, y sin tocar la imagen tutelar del presidente Mao, símbolo y clave de bóveda del régimen. Y el corolario de estos dos imperativos es la necesidad de censurar la verdad histórica de la República Popular desde su fundación: prohibición total de escribir la historia del maoísmo en acción, es decir, las sangrientas purgas de los años cincuenta, la gigantesca hambruna causada por Mao (en un acceso de delirio ideológico) a principios de los años sesenta y, por último, el monstruoso desastre humano de la «Revolución Cultural» (1966-1976).

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Vulgar lengua

Volvamos atrás, con el puño cerrado, y comencemos de cero. No volveréis a encontraros ante el hecho consumado de un poder burgués destinado a ser eterno. Vuestro problema ya no será el de salvar lo salvable. Nada de compromisos. Volvamos atrás. Viva la pobreza. Viva la lucha comunista por los bienes necesarios.

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La raíz es el hombre

Puedo añadir que la perspectiva radical, al menos como yo la entiendo, no niega la importancia y la validez de la ciencia en su propia esfera, ni la de los estudios históricos, sociológicos y económicos. Tampoco afirma que la única realidad sea la individual y su conciencia. En lugar de eso, delimita una esfera que está fuera del alcance de la investigación científica, y cuyo juicio de valor no puede probarse (si bien podría demostrarse en los términos apropiados, no científicos); esta es la esfera tradicional del arte y de la moral. El radical ve que cualquier movimiento que, como el socialismo, persiga un tipo de sociedad éticamente superior, debe enraizarse en esa esfera, aunque su crecimiento pueda estar modelado por el proceso histórico. Esta es la esfera de los intereses humanos y personales y, en este sentido, la raíz es el hombre.

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El Jardín de Babilonia

Aquí el otoño es un despertar. La pesada confusión del verano se disipa bajo la mirada misma de la luz: ni una piedra que no brille, ni una rama que no esté cincelada por el cristal más duro. Cada tarde la nitidez del cielo se agudiza bajo la amenaza de la helada, amenaza que luego truncará una noche de viento del sur. Súbitamente cárdenos, aparecerán los Pirineos encolerizados, con sus picos acuchillados por el hielo, sus laderas incendiadas por los fuegos del ocaso, el manto de nubes presto a rebasar la cresta. Hacia ese vacío demasiado puro del ciclón asciende entonces una legión de vientos, y el pendón de las borrascas restalla en los postigos; desgreñado, el Oeste brama desastre y todos los aguaceros del mar le siguen, mientras las hojas alzan el vuelo y el fruto demasiado pesado de las cosechas cae de las ramas negras del invierno.

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La Máquina se para

La ciencia, en lugar de liberar al hombre lo está convirtiendo en esclavo de las máquinas. Las casitas a las que estoy acostumbrado serán arrasadas, los campos apestarán a petróleo, y los aeroplanos harán añicos las estrellas. El ser humano tal vez obtenga un alma nueva y quizá de mayor grandeza bajo estas nuevas condiciones. Pero almas como la mía serán aplastadas.

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Piloto automático

Es posible que la plena integración en la megamáquina no sea más que el delirio de unos cuantos que tratan de afianzar así su dominio sobre el resto. Pero entonces la incomodidad y el desasosiego que sentimos serían un último síntoma de salud de aquella parte de la vida que aún se resiste a ser sometida.

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El paraíso -que merece ser- recobrado

Las desaforadas utopías tecnológicas ya no sólo pretenden transformar el mundo para ofrecernos un inmenso y artificial Jardín del Edén, sino que, ante la constatación del fracaso de sus intentos, la única respuesta que se atisba en el horizonte es una nueva vuelta de tuerca en el acondicionamiento tecnológico, que se extiende a cada vez más ámbitos de la existencia. El cultivo de nuestra conciencia y nuestros pensamientos no sólo ha perdido su relación con la naturaleza, sino que puede llegar a ser prescindible en un mundo donde todo lo producido tendrá la marca de inteligente para evitarnos el trabajo de serlo nosotros.

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